Thursday, November 08, 2007

Alegría

Oculta tras la sombra, Alegría decía mentiras descalzas, se encorvaba y desaparecía. Huía saltando de árbol en árbol cuando olvidaba reuniones. Comía, o más bien tragaba, desamparo y desliz. Cuando se topaba con maldad se arañaba las cejas, dejando incautos a su paso a los perros mensajeros jubilados. Tomaba de la mano a los ratones y a las palomas, y luego los soltaba.
Antes de cada día comprendía el suicidio de los chistes, la desesperación de las peras, la fe de los pobres dragones y los resfriados de los unicornios. Pero siempre decidía olvidarse y alejarse de los agentes del caos.
Sobresalía su nariz. Su nariz de bibliotecario en problemas. Su nariz de conejo con neumonía. De pavo sin alas. De profesor sin lentes. Su nariz de alegría. Su nariz que no era nariz, pues no tenía nariz de bodega, de desayuno, de complemento ni de cartílago. Su-no-nariz.
Cuando entraba en detalles, siempre desvariaba... Comentaba de asesinos de cometas y tragaluces. Pero hablaba especialmente de su padre (el Bien) y de su hermanastra (la Felicidad)
y de cómo iban a misa juntos los días domingo, y de cuando se juntaban a ver los partidos de fútbol o de tenis.
Pero todos sabemos que nunca se veían. Todos. Además del hecho de que a Alegría nunca... Nunca le gustó ni el fútbol, ni el tenis, ni Dios.

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